Bosques del Parque Nacional San Esteban:
Las nuevas arcas de Noé
Muchos son los pensamientos que vienen a la mente cuando nos adentramos en los bosques del Parque Nacional San Esteban. Saber que transitas por los caminos que recorrieron nuestros antepasados como única vía para ir de Valencia a Puerto Cabello, atravesando paisajes de una exuberancia natural, que transmitían a transeúntes locales y extranjeros, la singular fuerza del trópico.
Esa sensación aún se percibe cuando se caminan los relictos de los empedrados, que perduran en esos mágicos parajes naturales, y que ahora conectan la civilización con un mundo que aún aguarda por ser descubierto.
Muchos extranjeros y venezolanos, fueron atraídos por esa magia que trasmiten los bosques de San Esteban, quienes desde el siglo XVIII, con el único interés de investigar su biodiversidad, se adentraron por sus caminos con el ánimo de hallar lo nunca visto. Expediciones como las del Real Jardín Botánico de Madrid, o los discípulos de Linneo como Loefling, atravesaron San Esteban viniendo desde Puerto Cabello, y de sus suelos y vegetación, hallaron los primeros ejemplares de muchas especies de vegetales y animales que hoy se conocen, quedando registrada desde tiempos pretéritos esta localidad en los anales de las ciencias.
Para responder la pregunta: ¿Cuál es el atractivo hoy de investigar en San Esteban? Utilizaré la bíblica idea de Noé, tomada de las palabras de Leandro Aristeguieta, Botánico y docente de la Universidad Central de Venezuela, quien dijo que “los parques nacionales son las arcas de Noé modernas” que navegan a través del tiempo, salvando a millares de especies, comunes y raras, de los diluvios modernos del hombre. Transitar San Esteban dos siglos después, es sentir ese mismo llamado hecho a esos antepasados, saber que muchas especies aún aguardan por ser descubiertas, y que la amenaza del “avance de la civilización” agrava la situación, desapareciéndolas para siempre.
Año tras año, el Parque Nacional San Esteban sufre severas reducciones de su hábitat, miles de hectáreas son afectadas por el fuego incontrolado del hombre, con cuyo instrumento se reduce al área protegida desde las faldas de las montañas, como consecuencia de muchas actividades que realiza en la periferia o en su interior. Insensible paradoja, son las palabras que vienen a la mente, cuando se afirma que más de 200 mil personas del estado Carabobo, toman todos los días las aguas de San Esteban y de otros 14 ríos importantes.
En efecto, uno de los grandes valores de esta área protegida, es sin duda su potencial hidráulico, servicio ambiental que presta San Esteban, de vital relevancia en estos tiempos de deficiencias hídricas del recurso, y como en muchos otros lugares que se encuentra bajo seria amenaza de seguir los patrones actuales de uso de la tierra.
Sin embargo, podemos afirmar que una buena porción del área del Parque Nacional aún se encuentra en estado prístino, gracias al hecho de haber sido decretadas como área protegida dos décadas atrás. Desde sus áreas marinas, hasta los bosques húmedos a 1.800 m sobre el nivel del mar, esta reserva natural ha sido ricamente dotada por la naturaleza, por albergar flora y fauna única de nuestro planeta.
Particularmente en sus bosques húmedos, han sido identificados especies vegetales endémicas, y algunas otras “relictos” de áreas distantes del país, producto de los cambios climáticos ocurridos entre épocas geológicas. Ese fenómeno se ha evidenciado en el “Refugio de Borburata”, nombrado así por reconocido botánico Julian Steyermark y miembro del Jardín Botánico de Caracas, quien identificó en esa localidad especies únicas y endémicas de la flora de la Cordillera de la Costa.
Trás estos contundentes hechos, es necesario que tengamos la responsabilidad generacional de advertir al mundo la importancia de este oasis exuberante de vida tropical, recalcando a propios y extraños, lo adecuado de haber sido resguardado como refugio de diversidad biológica, dentro de nuestra amenazada región norte de país.
La tarea encomendada es continuar desde el suelo, hasta las altas copas, descubriendo para la humanidad la riqueza de la vida allí guarecida, revelar su “mensaje natural” que advierte sobre la pobreza futura del hombre de continuar a su paso reduciendo la vida, y aplicar dicho mensaje en el resguardo de esta u otras áreas protegidas y no protegidas en nuestro país.
Por: Rafael Rodríguez Altamiranda (Profesor de ecología de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad de Carabobo)